sábado, 4 de julio de 2015

Mi pequeño caos.

Hoy es uno de esos días de cerrar los ojos y pensar, de intentar entenderte a ti mismo, de reflexionar sobre ti y sobre el resto.


Supongo que todo radica en desconocerse y conocerse; descubrirse y encontrarse. Hay que reconocer que cada mañana te vas a levantar y no se te quitará la cara de sueño hasta la hora de comer. Que tendrás una melena -por llamarla de alguna manera- difícil de peinar, o quizá no y lo tengas demasiado liso o demasiado rizado; pero da igual porque rara vez te gustará del todo. Muchas veces te entrará más comida por los ojos que el hambre que realmente tienes, pero te dará lástima tirarla y acabarás comiéndotela en un momento u otro. Que lo único capaz de hacer que te muevas en tu día a día van a ser unos auriculares pegados a un teléfono, probablemente con un volumen demasiado alto que ya traerá sus consecue
ncias. Que siempre vas a querer más: leer, escuchar, ver, visitar, fotografiar, disfrutar, vivir; pero, todo sea dicho de paso, nunca tendrás el tiempo suficiente. (¿Cuántas vidas tendría que vivir para conseguirlo todo?).

Que siempre vas a querer esconder algo de ti: un diente torcido, unas orejas demasiado grandes, tu cuerpo, y puede incluso que tu falta de inteligencia y de corazón - y creo que prefiero un millón de defectos físicos para ocultar, que intentar disimular que soy una mierda como persona. Nadie puede gustarse del todo porque siempre vamos a querer mejorar, pero aprendemos a disfrutar de ello y a que a otras personas les guste algunas cosas de nosotros mismos que somos incapaz de verlas como buenas.
Al final vamos a tener que reconocer que se esconde tras esas palabras que dicen mucho y que parece que no dicen nada, a quien van esos pensamientos sueltos que se nos escapan, aceptarlo y vivir con ello; aunque no queramos, aunque nos de miedo y aunque pensemos que se nos queda grande. Hay que aceptar que no todos los sueños se cumplen, que muchas veces perseguimos fantasmas que jamás podremos siquiera rozar, pero que también es cierto que si no apuntas alto jamás llegarás -y como poco llegarás al mismo sitio que si apuntaras más bajo. Nos debemos a nosotros mismos asumir que realmente queremos compartirlo todo con alguien, soportar el peso del mundo compartiéndolo con otro.Que jamás habrá mayor brillo en tus ojos que cuando hablas de algo con auténtica pasión.
Resulta también que descubres que lo único que es permanente es la muerte, y que a veces en vida algunas cosas se van y nunca vuelven. Las decepciones existen, y duelen, y cuesta recuperarse, pero te enseña, y aprendes, y a pesar de que te dan más puñaladas el agujero ya no puede hacerse más grande. Parece que hay personas que nunca se irán de ahí, pero nunca se sabe. A veces resulta que quien menos lo esperabas se va, pero siempre se queda alguien mejor aunque en principio no lo veas.A veces pasa también que te arrepientes de haber hablado mucho, y otras de no haber hablado nada, de tantas cosas que se quedaron en la punta de tu lengua -o quién sabe, quizá en la punta de tus dedos en forma de tinta.

Al final todo radica en escarbar dentro de ti, asumir cómo es tu vida, aprender a vivir con ello y que todo te haga feliz. Eso será tu paraíso, pequeño pero infinito.

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